viernes, junio 02, 2006

Mi sendero

Cálida mañana despertó sobre el galán valle almohadillado de verdor. La candente y sonriente brisa matinal desplazó las nubes dulcemente dejando despejado ese cielo azul; y fue cuando aclarecieron rayos de luz el espeso bosque, oculto en la falda de la montaña que se hospedaba en los bordes de un pantano. Se escucharon entonces los primeros cánticos del ruiseñor, divulgando como cada mañana paz y amor.
Comenzaron ha abrirse los pétalos de las amapolas recibiendo así el nuevo día. En las hojas de los árboles todavía quedaban algunas pequeñas gotas de rocío –la imagen de una fría noche-, que se iban disminuyendo a medida que la brisa agitaba las hojas; las cuales iban recorriendo la capa suave y verde de éstas, juntándose unas con otras hasta que se deslizaban llegando al borde y se precipitaban tristemente al suave y resbaladizo musgo que se asentaba al pie de los árboles...
Aromas de agua dulce que provenían del enternecedor y romántico pantano, donde se podían divisar ya a la naturaleza divina, a esos madrugadores animales bebiendo de esa agua fresca. De esas aguas tan calmadas que parecen cristalinas, como una balsa de aceite. Y allá, en aquél recóndito lugar cruza ese sendero entre dos montañas, que parece fabricado por el corte del hacha de un gigante.
Ese sendero oculto ya de maleza por el paso del tiempo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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